La tierra de mi maestro
No creo que yo estuviera escribiendo aquí, ahora mismo, si no fuera por una persona excepcional, mi amigo y maestro Achille Yousef, berebere Aitata del árido sur de Marruecos. Este es un ejemplo de como un hecho casi fortuito te pone en contacto con alguien que será un referente en tu vida.
Conocí a Yousef en 1985, el primer momento de conexión fue ayudarle a meter la hierba seca que se da a los dromedarios en un saco. Ese viaje solo hicimos unos 70 km. Sería el primero de los casi 6000 km recorridos en mi historia en el gran sur. Yo tenía, en 1986, 26 años casi recién cumplidos.
Algunas travesías, como la de Zagora-Merzouga ida y vuelta (unos 750 km), en solo 15 días y medio, convirtieron a Yousef en una pequeña leyenda local y a su sombra su acolito Jaimín el español que tenía a gala llamarse Jaimín Ben Yousef (“hijo de Yousef”, él aparece en mi historia al poco de morir Jaime Barrallo padre a quien debo mi pasión por viajar y los sitios salvajes). El guiri se movía, gracias a su maestro, como un Aitata en ese inmenso pedregal salpicado de torres y espinazos de basalto, dunas y algún pequeño oasis con palmeras donde incluso hay geltas con agua.
Una vez en mi segundo viaje con clientes, yo estaba bajando 5 dromedarios a la vez, se les baja al suelo sobre sus rodillas para que descansen (es su posición de dormir) o para cargarlos o montarlos. Un anciano berebere que vivía cerca de aquel pozo, al ver esto me miro y le pregunto a Yousef ¿ese chico es AitaTa? Yousef dijo que sí, entonces yo hable con alguien en español y mi maestro exclamó: “¡pero cómo!” Mi segundo padre le dijo: “se fue de pequeño a España y se le ha olvidado nuestra lengua, pero ya ves que no otras cosas”, y el abuelo se quedó pensándolo, supongo que su razonamiento fue “claro que no lo es, pero tampoco parece un extranjero”. En el 1983 un amigo Alfonso de Martín me regaló un turbante muy peculiar, no he vuelto a ver en estos 30 años otro igual. Al regalármelo me dijo: “seguro que tu lo usas”. Algo le dijo que sería así, es un turbante Argibad del sur del Sahara marroquí, ya no vienen tan al norte, no hay tráfico de dromedarios hace decadas
Soy moreno y no muy alto y llevo camisas y pantalones locales, pero al abuelo del pozo, no le habría engañado un simple disfraz, aunque el mío estuviera comido por el sol. Todo indígena sabe cuando alguien está integrado en el entorno, hasta un mercader cuando entras en una tienda reconoce si eres nuevo o no, eso creo, lo ven en cómo miras y te mueves al memos los que tienen algunos años… esas cosas se pierden como tantas tradiciones.
Para más confusión del abuelo, Yousef me había regalado tres años antes su jumia, un puñal curvado que los berebere viejos llevan colgando, al menos en actos como bodas u otros acontecimientos importantes. Nunca la sacan de su funda. La tradición antigua decía que una jumia no se desenvaina sino vuelve a entrar con sangre. Cuando me la dio le dije: “no puedo aceptar, tardarás en comprarte otra”, pues 40 euros es mucho para una economía berebere. El respondió que un amigo vale mucho más.
Hace tiempo en Túnez yo hacía un programa para la televisión griega. Los cámaras nos seguían en coche pero a muchísima distancia un día habíamos quedado en una pista. Esperaban vernos a unos 15 km pero hicimos más de 25. El conductor, un antiguo policía, me dijo: “no os encontraba”, yo le pregunté: “¿no has visto nuestras huellas?” Se paró en seco y exclamó: “¡quién eres tú!, los extranjeros no se fijan en esas cosas, eres un zorro del desierto”. A quien se lo debía, vosotros ya lo sabéis, pero al conductor sí se lo dije.
Esa forma de comportarme en el desierto se la debo a él, no solo aprendí a seguir rastros, buscar agua, y otras cosas necesarias para vivir en el desierto… aprendí lo más importante a integrarme en un sitio salvaje, a sentir más cosas que la estupidez de lo extremo, el reto y demás. Un indígena no busca reto afronta lo duro o lo peligroso de un lugar salvaje pero no lo desafía. Sabe que solo su poder personal y la suerte le libraran de la muerte si llega el caso, pero si la naturaleza aplica toda su fuerza no tendrían nada que hacer y lo saben. De ahí su respeto a la misma, ellos valoran todo lo terrible y bello que hay en las zonas salvajes, son orgullosos pero nobles, igual que los animales con los que comparten ese mundo, igual que las plantas aunque estas no lo manifiesten. Eso les permite vivir en una naturaleza que, en el fondo, si le aplicáramos calificativos humanos, sería orgullosa y noble. Ese proceder “indio” es para mí mi mayor virtud pero también hay que aprender a interiorizarlo pues no todo el mundo respeta, como yo respeté de mis maestros indígenas, la autoridad moral del que sabe el terreno que pisa y que intenta, al guiarte, ahorrarte las malas experiencias y los disgustos para que llegues sano y salvo. Yousef, más sabio que yo, sólo regaña a quien le importa, por ejemplo a mí. Por suerte, en mi trabajo, me encuentro con otros que son capaces de entenderme. Como dijeron de mí en uno de estos viajes: «Barrallo, un buen tipo cuando ríe, un gran tipo cuando gruñe». Estos siempre vuelven.
Durante mi proceso como Padawan solo empleó básicamente tres frases magistrales “Jaimín, no nómada”, significaba algo hecho mal. “Jaimin, nómada”, algo hecho bien y “Jaimín, gran nómada” cuando había hecho algo como él lo habría hecho. El principio no fue fácil, durante dos años rehacía todos los nudos que yo hacía para trabar los camellos. Un día descubrí que él empezó a hacer los mismos que yo, pero todo lleva su proceso no es bueno que un discípulo pierda ese respeto al maestro. El discípulo debe tragarse el orgullo y esperar a que su destreza le haga subir de escalón. Siempre me consideró, como él decía, ¡Jaimín a tête especial” (cabeza fuera de lo común). Nunca me habría enseñado si no lo pensara así. Mi francés no es muy bueno y el suyo más o menos. Yo nunca aprendí bereber, salvo pocas palabras, a él le pasaba igual con el español, aun así creo que llegamos más lejos que alguien que se hubiera entendido perfectamente.
Yousef habla siempre de la baraka es un concepto musulmán que en suma se podría definir como la bendición de Dios. Sería análogo a la providencia cristiana. Yo llevo desde que empecé mi carrera una bolsa pequeña de tela oscura donde he ido guardando pequeñas cosas, regalos, cosas encontradas de forma casual… esto es totalmente animista. Yousef alguna vez me ha dado alguna cosa y siempre decía: “Jaimín, para la baraka”, refiriéndose a la bolsa. Aunque musulmanes en fecha relativamente reciente, los bereberes eran animistas curiosamente la costumbre del saquito oscuro era común entre ellos. Yo no lo sabía, como muchas cosas en mi vida, fue pura intuición esta práctica de la bolsa negra.
Una vez Yousef me dijo: “Jaimín, cuando alguien aquí es como tú decimos que se ha comido los pies de un chacal”. Le pregunte a Mohamed, dueño de los camellos y cuñado de Yousef: “¿eso es bueno o es malo”? y respondió: “Bueno, si te hubiera dicho que te has comido la cabeza de una liebre sería malo”. Cuando yo era niño mi madre decía que parecía un lobo encerrado, por mi costumbre de andar de un lado a otro. Cuando estaba en una habitación ,en un curso de la ESDM, en la parte de tecnología ancestral, nos dio por darnos nombres estilo indio, el mío surgió como lobo de pies inquietos. Jousef no sabía todo esto, claro. Un nombre se confirma tres veces, entonces como John Dunbar en Bailando con lobos, finalmente supe quién era yo realmente: “El que se ha comido los pies de un chacal” (el chacal gris es casi tan grande como uno de nuestros lobos).
Son muchas las anécdotas que podría contar de mi maestro: cuando desvió el sol con un espejo para enseñarme una cabra muerta que él había olido… Cuando escondió su vara bajo la chilaba y me dijo que le siguiera hacia un americano con capa bereber, como de dos metros de alto, que se acercó de noche a nuestro campamento cerca de un pueblo. Yousef no sabía si tendría que usar la vara confiaba que entre los dos pudiéramos con el gigante… Cuando distrayéndola al decir “mira a la luna”, redujo la luxación de un dedo de una clienta… Él mismo redujo la de su brazo años atrás, cuando le tiro un dromedario y siguió trabajando con el brazo en cabestrillo… Serían muchas hasta que en el 2000 su rodilla y otros achaques hicieron que Mohamed decidiera que no podía seguir trabajando.
Hace años en el 2007 cuando le visite en su poblado, sus hijas espantadas dijeron en español: “Yousef, cansado”. Sabían que su padre era muy capaz de seguirme si yo le planteaba alguna loca travesía. Habían pasado 6 años sin vernos, ahora gracias a Eland puedo volver a verle con al menos un viaje al año y lo más importante puedo darle dinero como si él hubiera guiado, como le dije: “donación de la asociación de antiguos guías camelleros, presidente Jaimín”. No podría decir que es mi segundo padre si no lo ayudara en su vejez, al menos no en un país como Marruecos.
Yousef ya no guía pero la leyenda no ha muerto. Su puesto lo tiene Ahmed un cuarentón con mirada de zorro del desierto y una excelente persona. En ese 2007 sentados en la hoguera, recordaba un montón de hazañas de Yousef y mías. Yo no recordaba que un par de veces trabajó con nosotros al final de los 90… También recordaba nuestras monturas Mimun, el buque insignia al final jubilado por viejo, el único que solo se levantaba cuando mi maestro Jedy se lo decía… Beber, mi primer dromedario… Un joven maleducado, Sarual el ojos claros con el hice más de dos mil kilómetros. Un poco desmadrado cuando lo monte la primera vez pero a pesar de que no se le podía poner la cuerda en la boca, tan solo con una rienda atada al morro, hacía todo lo que honra a un dromedario de silla: trotar, girar en redondo, incluso no levantase de un salto cuando le parecía. Lo misterioso del caso es que el pobre Ahmed, con apuro, hace poco me dijo: “¡Jaimín, tú le dabas ordenes a Sarual! ¡gira, trota, para, despacio!, pero Yousef nunca te dijo que era sordo”. Los dromedarios reconocen la voz y eso ayuda a dirigirlos pero no era el caso, evidentemente, de este. Sin saberlo, estuve años conduciéndolo solo con las rodillas y el cambio de peso, como en un caballo montado a pelo y sin riendas, salvo que hubiera alguna misteriosa y telepática comunicación.
Sin duda, mi amigo ojos claros era un animal excepcional. Tuvieron que matarlo cuando un berebere joven que Mohamed despidió in situ le rompió una pierna al bajarlo de una duna al trote. Yo había bajado cientos de dunas con él.
Luego vino Sadan cuando lo conocí era una especie de caballo de rodeo, no en vano los beréberes no querían que fuera suelto al poco. Richi, un amigo guía ecuestre que, entre otras, estuvo con nosotros en la “epica” travesia de 750 km y que luego fue como el hijo pequeño español de Yousef Richi), y yo empezamos a montarlo. Sadan siguió la tradición de mis otras monturas. Al final ese macarra de dromedario se convirtió en un buen dromedario, aunque con un carácter algo irascible. Hice bastantes viajes a su lomo al final hasta me dejaba darle de comer en la mano de hecho Yuseff lo cargaba siempre de más para que los dos no nos arrancáramos siempre al trote en plan Lawrence de Arabia.
Ahora monto a Xavir el mejor animal que tienen. La primera vez que lo monté en un viaje, en un desfiladero donde una pequeña senda se alza con 100 o, a veces, 150 metros de caída sobre la Oued de Yavi. ,Ahmed ,me dijo una vez que todos habían desmontado: “Jaimín, tu puedes pasar”. Hay amores que matan pero el dromedario y yo llegamos enteros al fondo del valle.
Como nuestras monturas Yousef y yo moriremos, por desgracia él más pronto que yo, tiene más de ochenta y lo conocí con los años que yo tengo ahora.
Ahmed ya es mayor pero Lusain, un joven hijo de Mohamed, al que yo conocí siendo él un niño, que milagrosamente a pesar de hablar inglés y manejar ordenadores, el desierto le tira como a mí o a su tío, espero que recuerde y cuente un día la historia de aquí del bereber de los que no nacerán más y del español que buscaba lo que pronto no existirá más.
Por mi parte yo, como veis, también trato de que no se pierda esta, cuanto menos, bonita historia.
Jaimín Ben Yousef
El que se ha comido los pies de un chacal
PD Yousef se fue al desierto donde no tal vez no se sufre )en Febrero del 2019 ,murió mientras dormía , creemos que sin dolor , !Que Dios te guarde de la sed viejo amigo y maestro!
Es agradable leer vivencias de primera mano que se alejan de los topicos.
Sí señor!!!! Esa es mi frase «Barrallo un buen tipo cuando ríe, un GRAN tipo cuando gruñe». Cuando Barrallo gruñe, es para salvarte la vida. No sabes lo que te agradezco que dejes la hipocresía de lado y estés a lo que tiene que estar un guía. Eres un tipo auténtico. Gracias por haberme enseñado tanto.
Gracias ojala todo el mundo ,viajara con ese espiritu
Para todos los que trabajamos ;,para que las vacaciones diferentes del personal e una realidad y no un sueño
.Seria un premio a nustra dedicacion ,mas importante que el economico
Bonita historia, Jaime. Me dan ganas de liarme el turbante a la cabeza, montarme en un dromedario y perderme por las dunas del «gran sur»…y visitar a Yousef, claro!
Ohhh re lindo todo Jaime!!! aunque fuimos…nada como las experiencias vividas con vos….y esa ruta, la tenemos que hacer con el ilegal group!!
Claro: pero primero ;tenemos una mision en India que a Felix le queda un continente para llegar a los cinco conmigo,ademas con los bichos se viene arriba ,aun esta flipando con los cocodrilos de Nepal ,y eso que no vino
Preparate que el texto de Kenia ya esta en capilla o sea listo para salir al ruedo
India proximo otoño Comader civilian especial forces ilegal group strike Again